#cielo invernale
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pier-carlo-universe · 1 month ago
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Evasione di Antonia Pozzi: Il viaggio poetico verso la libertà interiore. Recensione di Alessandria today
Una poesia che esplora il desiderio di trascendere la realtà terrena per abbracciare la purezza del cielo invernale.
Una poesia che esplora il desiderio di trascendere la realtà terrena per abbracciare la purezza del cielo invernale. Biografia dell’autrice. Antonia Pozzi (1912-1938) è una delle figure più emblematiche della poesia italiana del Novecento. Nata a Milano in una famiglia benestante, ha mostrato un precoce talento letterario. La sua vita, segnata da un’intensa sensibilità e dalla ricerca della…
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neropece · 1 year ago
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“a silent story” photo by Fabrizio Pece (tumblr | 500px | instagram)
Il bosco di betulle, ai piedi della montagna, si ergeva come un santuario silenzioso, un luogo dove il freddo inverno si abbandonava alla grazia candida della neve. Alle dieci di quel mattino, il sole cercava di penetrare tra i rami spogli delle betulle, gettando un bagliore argenteo sui sentieri di neve intonsa. Non c'era un suono tranne il leggero fruscio delle foglie secche cullate dalla brezza.
Guido, un uomo di mezza età con una cicatrice profonda sul viso e gli occhi che portavano il peso di troppi inverni, camminava solitario tra gli alberi. Il suo respiro si trasformava in nuvole vaporose nell'aria gelida. Vestito con un cappotto logoro, con lo sguardo assorto, era un intruso in quel regno di pace e silenzio.
Le betulle si stagliavano come figure spettrali e la loro corteccia bianca risplendeva sotto il tocco del sole invernale. I rami sottili si intrecciavano come dita ossute, protese verso il cielo. La neve, immacolata e incontaminata, scricchiolava sotto i passi di Guido, un suono delicato che sussurrava i segreti di una terra dimenticata.
Nel cuore del bosco si fermò. Poco distante notò uno spazio aperto dove la neve si adagiava come un manto soffice. Si avvicinò e si sedette su un tronco caduto, osservando la vastità del paesaggio innevato. Il silenzio del bosco era sospeso nel tempo, un'armonia serena che avvolgeva ogni pensiero.
Un cervo, timido e maestoso, fece la sua comparsa ai margini del bosco, i suoi occhi si fissarono su Guido. I loro sguardi si incrociarono per un istante, un legame silenzioso tra l'uomo e la creatura selvaggia. Poi il cervo si allontanò, scomparendo tra gli alberi come un fantasma della foresta.
Guido si alzò lentamente, sentendo la solitudine del bosco penetrare nelle pieghe della sua anima. Era come se il silenzio avesse rivelato la fragilità della vita, la bellezza effimera di un momento invernale. Con un'ultima occhiata alle betulle, al loro bianco splendore, si diresse lentamente verso il sentiero di neve, lasciando il bosco alle sue spalle.
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ayakankmr · 13 days ago
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El ramo trae una pequeña tarjeta dónde tiene escrito con puño y letra lo siguiente:
Querida Akaya, por favor lee toda la carta y no es válido que salgas corriendo. Me dijiste que Yubikiri era una promesa, así que debemos cumplirla.Tu San Valentín Secreto.
Por otro lado, en la caja negra, envuelta con un lazo y enredado entre flores, descansa un sobre. Dentro se encuentra una tarjeta con más líneas, a simple vista resalta la caligrafía pulcra:
El tiempo se me pasó muy rápido, ¿no te pareció igual? Bueno, el misterio ha terminado. Y aunque me gustó mucho jugar al detective, creo que salir del anónimato hará todo más interesante. ¿Te sorprendió saber quién estaba detrás de todo? Solo nos vimos una vez en el evento del laberinto, ¿sabrás quién soy? De cualquier forma, pronto nos conoceremos. Me gustaría hablarte sobre mi regalo, antes que creas que estoy exagerando, todo tiene una forma de ser. Reflexioné un par de días en busca de algo que pueda ser digno de ti. Creí que no teníamos cosas en común y aunque hay opiniones ligeramente opuestas, quise personalizarme para que puedas tener un día divertido. ¿Sabes que me sorprendió? Mi color favorito es el azul, así que elegí unas hortensias celestes cómo un símbolo de agradecimiento por la sinceridad con la que hablaste conmigo.
Ahora lo más importante. Encontrarás 2 tickets con actividades que realizaremos. No, no estaba bromeando y aunque tuve que tachar el parapente de mi lista, tuve que reducir las opciones en unas que creo vas a disfrutar. Me tomé el atrevimiento de anotarnos a dos excursiones, iremos a la encantadora ciudad de Lucerna para dar un paseo por el monte Titlis, incluye una parada en una gruta de hielo. ¿Alguna vez comiste queso suizo dentro de un iglú? Sí lo hiciste antes no importa, cuando vayas conmigo te darás cuenta que es mucho más divertido tener compañía; y ya para finalizar el día, nos anoté al trineo nocturno. Y en caso que quieras negarte, te he mandado un par de guantes y un abrigo para que no tengas que batallar y te sientas comprometida de no dejarme plantado. Podremos hablar sobre Fujii Kaze, y El cuento de la princesa Kaguya, la cuál he visto gracias a tu recomendación. No pretendo ser inoportuno, tal vez tengamos más cosas en común de lo que parece si nos sumergimos a la aventura. Dime, ¿te animas?
Con afecto,
Archibald Thompson.
Sorpresa es genuina cuando el esperado regalo aparece. Hace mucho que Ayaka no se ilusiona o emociona por trivialidades de la vida, conformándose con no abandonar su cómoda rutina. Esa actividad, por supuesto, supuso un desafío de ambos lados, esforzándose por impresionar a otros y, obviamente, ansiando recibir un detalle, por mínimo que sea. 
Lo primero que capta su atención son las delicadas flores, celestes como el cielo despejado, frescas y aún llenas de vida. Son preciosas. La pequeña tarjeta la obliga a contener una risa, tras rememorar perfectamente lo que mencionó en esos últimos mensajes, sellando un inminente destino que, a fin de cuentas, no supone una molestia, sino todo un honor. Sintiéndose impaciente, abre la elegante cajita, encontrándose con las abrigadas prendas invernales y una alarma de alerta se enciende en su cerebro, sin saber cómo sentirse a continuación, una vez tiene la carta entre ambas manos. 
La japonesa se toma su tiempo para leerla, acomodándose en el sofá más cercano. Su mirada repasa, lentamente, cada palabra, cada memoria que ciertas referencias generan y, sin darse cuenta de ello, su sonrisa no hace más que aumentar. Debe admitir que no se tomó muy en serio la idea de una actividad en exteriores, mucho menos, creyó que la persona en cuestión decidiría venir con ella; pero ahora, acompañada del suave hormigueo de la ansiedad dentro del pecho, no duda de que alguien como Archie Thompson sí ejecutaría un plan como ese. O, al menos, esa es la impresión que tiene de aquel que conoció en el laberinto. Las ocurrencias sobre el queso y el iglú, la insistencia acerca del parapente, el compromiso generado mediante una inocente promesa de meñique y la ropa obsequiada, todo, provocan que rompa a reír, sin posibilidad de detenerse. 
No se trata de un simple regalo para culminar con la actividad, es uno que involucra el tiempo y el deseo para cumplir una verdadera promesa. Un gesto sincero, muestra de buena voluntad e, incluso, la amabilidad necesaria para ayudarla a comprender que, a veces, conformarse no es suficiente, que quien no arriesga, tampoco puede obtener algo grandioso a cambio. 
Definitivamente, ese San Valentín secreto la ha metido en un aprieto. Y, por primera vez en su vida, está agradecida con la oportunidad de enfrentarse al “peligro”.
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perpassareiltempo · 10 months ago
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"Davvero ti va di fare l'amore?" "Certo." C’era qualcosa di erotico in quel cupo cielo invernale, con quella fitta coltre di nuvole, il grigio, il vento freddo. Tutto sembrava fatto apposta per spingere a cercare la pelle dell’altro.  In quel colore grigio sconfinato, veniva voglia di chiudersi a lungo in una stanza. E in quella stanza, abbandonarsi a un piacere senza limiti, come se fosse l’unico posto al mondo dove poterlo fare.
Banana Yoshimoto - Ricordi di un vicolo cieco
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schizografia · 3 months ago
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Penso alla cosa che non è stata
Penso alla cosa che non è stata,
l'unica cosa che piace a me,
alla bellezza che mi è ignorata,
pallida e triste come l'ombra d'un re.
Il mattino invernale si alza
per il cielo turbolento e fantastico
come un enigma fiorito su una balza
nel giorno mio onomastico.
Vedo i capricci rinnovellarsi
e ritentare la nuova sorte,
la culla terrena, la morte,
le solite cose da farsi.
Ma non vedo e non so vedere
immerso e chiuso nel sogno
l'unica cosa che piace a me,
l'unica cosa, ora triste, che agogno.
Lorenzo Calogero
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mystandthemoon · 3 months ago
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Drago, volpe, corvo - cap. I
For @danmei-december, Set Gold, day 2, Lan Xichen (I'm late so what)
If this keeps going beyond the first chapters I'll probably translate it to English.
Titolo: Drago, volpe, corvo - cap. I: caduta
Rating: pg 13ish
Personaggi: Meng Yao, Lan Xichen, Wen assortiti
Genere: AU, fantasy, avventura, animali mitologici. In sostanza mi serviva una scusa per scrivere la mia versione di dragon!chen e fox!yao
Wordcount: 2718
Lan Xichen, un drago celeste in fuga dal Clan Wen, allo stremo delle forze cerca rifugio nella foresta. Meng Yao, che assiste alla sua fuga, decide di aiutarlo.
"Del resto, gli Wen si aspettavano di trovare un drago, non una volpe."
Con un ringraziamento a @yukidelleran per il confronto e il betaggio!
Capitolo I - caduta
Uno strato di nubi basse offuscava la luce del sole, ancora alto sopra l’orizzonte del grigio cielo invernale. Il vento aveva l’odore asciutto e pungente che precede una nevicata.
Meng Yao si arrampicò su una roccia che sporgeva dal limitare del bosco. Da lì, lo sguardo spaziava sulla valle sottostante e sui tetti già mezzi ricoperti di bianco della cittadina di Yunping. Il cielo a est si era fatto livido e una cortina grigia oscurava l’orizzonte. Presto, avrebbe iniziato a nevicare anche lì.
Chiedendosi se sarebbe riuscito a rientrare a casa prima di venire sorpreso dalla neve, Meng Yao fece per ridiscendere verso il folto degli alberi, quando il vento gli portò un distinto odore di bruciato. Si voltò di scatto - forse veniva dal centro abitato, pensò, ma non vide nulla al di fuori dell’ordinario sopra i tetti di Yunping. Allora, il suo sguardo ansioso spaziò sulla distesa di alberi attorno a lui, senza però notare nulla che potesse allarmarlo ulteriormente, fino a che non lo scorse: un guizzo di fumo, uno sbuffo bianco contro il grigio delle nubi. 
Meng Yao aguzzò la vista, ma l’aveva perso. No, eccolo, era ricomparso, era… non era fumo. Si contorceva fuori e dentro le nuvole, e andava facendosi sempre più vicino e più grande. Era inseguito da quelle che sembravano fiamme, fiamme nel cielo…
Meng Yao sentì il pelo rizzarglisi sulla schiena. 
Fiamme con le ali - fenici dalle piume scarlatte, avvolte da lingue di fuoco, che guizzavano intorno alla sagoma sinuosa di un drago dei cieli. Il suo corpo era dello stesso colore delle nuvole, ricoperto di scaglie opache che non riflettevano la luce del sole. Pur nella disperazione della sua fuga, il drago fendeva il cielo con eleganza tale che pareva dare forma al vento.
Le fenici lo circondavano e lo ghermivano con becchi e artigli. Di nuovo, l’odore acre di carne bruciata e sangue raggiunse il naso di Meng Yao.
Nonostante la velocità del volo del drago, questo non riusciva mai a distanziare a sufficienza i suoi inseguitori. Cercava di allontanarli con gli artigli, ma tra le zampe anteriori sembrava stringere qualcosa, ed era chiaro che la sua priorità era quella di seminarli. Le fenici - sei, ne contò Meng Yao - però, non demordevano. 
Stavano perdendo altitudine e, per un istante, Meng Yao li vide piombare su Yunping, ma il drago si risollevò all’ultimo, riguadagnando quel poco di altezza che gli consentì di non rovinare tra le case, per puntare poi diritto verso il bosco.
Una delle fenici, troppo intraprendente, gli calò sulla fronte e cercò di beccargli gli occhi, ma il drago si liberò di lei con uno schiocco di fauci. Dal cielo iniziarono a piovere cenere e piume scarlatte, che si disfacevano in sbuffi di fumo.
Il drago e i suoi inseguitori sfrecciarono sopra la testa di Meng Yao, facendo stormire i rami degli alberi alle sue spalle e arruffandogli la coda. Qualche istante dopo, si udì lo schianto, la confusione di rami spezzati e lo stridere delle fenici.
La volpe si voltò. Un attimo dopo, sparì nel sottobosco.
❄️❄️❄️
Per un po’, le fenici rimasero a osservare la devastazione provocata dall’impatto, volando in cerchio come uno stormo di avvoltoi. Il drago si era schiantato sulla foresta, lasciando dietro di sé una scia di tronchi divelti, che si assottigliava fino a sparire nel fitto degli alberi. Della bestia, però, non c’era alcuna traccia.
Si appollaiarono sui rami ancora interi di un alto pino, scrutando le ombre al di sotto delle chiome. Ora che non erano avvolte dalle fiamme, il loro piumaggio era di un color mogano scuro, screziato di riflessi dorati. Erano una vista lugubre, con i colli sottili arcuati e le lunghe code che si allungavano tra le sagome dei rami spezzati, scuri contro il cielo sempre più plumbeo.
“Tu, tu e tu,” stridette il capo, indicando col becco i tre sotto di lui. “Setacciate il sottobosco. Quando lo trovate, lanciate un segnale in aria.”
Le tre fenici prescelte calarono a terra. A toccare il suolo, però, non furono i tre uccelli dal piumaggio scarlatto, ma tre uomini dalle lunghe vesti color rosso porpora, con un motivo di soli dorati lungo gli orli. I loro lunghi capelli corvini erano trattenuti sulla nuca da fermagli alti e dorati, appuntiti come lingue di fiamma. Ai loro fianchi pendevano i foderi di spade lunghe, anch’essi decorati d’oro.
Con fare deciso, iniziarono a perlustrare la confusione di corteccia e fronde, muovendosi con attenzione per non rimanere impigliati nei moncherini dei rami che sporgevano ovunque. 
“Ancora niente?” La voce risuonò arrogante nel bosco muto, ancora frastornato dallo schianto. L’uomo più massiccio dei tre si guardò attorno con disprezzo. Sarebbe stato praticamente impossibile trovare tracce del drago in quel disastro.
“Qua!” Gli altri due compagni richiamarono la sua attenzione e lui si mosse per raggiungerli, prendendo a male parole le ramaglie del sottobosco che intralciavano i suoi passi e suscitando la reazione irritata degli altri. 
“Wen SuZhang, chiudi quel becco! Ci sentirà arrivare.”
Wen SuZhang non badò al richiamo, osservando con una smorfia di derisione il ritrovamento. Era una scaglia perlacea, grande come una mano, insozzata di fango e sangue.
“E se anche fosse? Non andrà tanto lontano, conciato com’è.” 
I tre si rimisero a frugare, finché non si imbatterono in un lembo di terra ancora imbiancata di neve intonsa. In bella vista, in mezzo all’erba secca, c’erano delle inconfondibili orme di stivali, imperlate di sangue ancora rosso.
Con un ghigno soddisfatto, Wen SuZhang e gli altri le seguirono a passo svelto, utilizzando la spada per sfalciare le fronde e i rampicanti secchi che gli impedivano l’avanzata.
Dopo poco tempo, raggiunsero un piccolo torrente. I bordi erano ghiacciati ma, al centro, la corrente fuggiva veloce su un fondo di ciottoli scuri. Le orme finivano sulla sponda. Bastò una ricognizione veloce per capire che non riprendevano nelle immediate vicinanze, sulla riva opposta.
“Maledetti i Lan e la loro ossessione con le acque gelide,” ringhiò Wen SuZhang, rifiutandosi di entrare in acqua e bagnarsi i piedi.
Gli altri due, che avevano perlustrato quel tratto di torrente al suo posto, scrollarono le spalle.
“Dovrà uscirne, prima o poi,” commentò uno dei due. “Noi seguiremo la corrente, tu esplora a monte. Il primo che lo trova lanci un segnale.”
Wen SuZhang grugnì un assenso e si voltò dall’altra parte. Se avesse trovato il drago, avrebbe potuto benissimo affrontarlo da solo. Sicuramente anche il fuggitivo avrebbe dovuto mantenere la sua forma umana per continuare a nascondersi nel folto del bosco e, ferito com’era, non aveva dubbi che avrebbe avuto la meglio su di lui.
Riprese le sembianze di fenice, Wen SuZhang spiccò il volo. Sopra il corso del torrente gli alberi si aprivano, lasciando spazio sufficiente alle sue ali. In quella forma, sarebbe stato più efficiente nella perlustrazione e, soprattutto, avrebbe evitato di insudiciarsi ulteriormente le vesti nel sozzume del sottobosco. Fosse stato per lui, avrebbe appiccato fuoco a tutto per dare bella ripulita a quel posto e per stanare il drago, come già avevano fatto una volta.
Volava basso, completamente concentrato a scrutare gli argini del torrente sotto di lui per localizzare le orme del drago - doveva pur uscire da quel rigagnolo presto o tardi! - perciò si avvide solo all’ultimo momento dell’improvviso guizzo nel sottobosco al suo fianco.
Intuì appena, con la coda dell’occhio, la sagoma fulva che gli balzò addosso,  mandandolo a schiantarsi contro la sponda ghiacciata del torrente. Sentì una fitta lancinante al collo e il sapore improvviso del sangue che gli riempiva la gola. Istintivamente, avvampò di fiamme, ma non ebbe nemmeno la soddisfazione di sentire un lamento di dolore da parte del nemico, prima che tutto diventasse definitivamente nero.
❄️❄️❄️
Meng Yao soffocò un guaito, ritraendosi dalla fenice avvolta dalle fiamme. Affondò il muso nell’acqua gelida del torrente e si forbì il naso, mentre osservava il fuoco finire l’opera che lui aveva iniziato. Non sapeva se era più sgradevole l’odore del suo stesso pelo appena strinato che gli riempiva le narici o il sapore del sangue del maledetto Wen che aveva ancora sulla lingua.
In ogni caso, era uno di meno, considerò mentre osservava le fiamme spegnersi, tramutandosi lentamente in una pila di ceneri fumanti.
Si davano tante arie, questi Wen, e agivano sempre come se tutto fosse loro, ma anche la loro arroganza, alla fin fine, si riduceva a un mucchietto di polvere.
Le ceneri erano ancora calde quando Meng Yao ci affondò le zampe. Incurante del fastidio, si dedicò a scavare di buona lena, spargendo tutto quello che restava della fenice nel torrente alle sue spalle, lasciando che venisse trascinato via dalla corrente.
Risorgi dal fango, se ci riesci, pensò Meng Yao, calpestando gli ultimi resti nella fanghiglia che si era creata sulla riva, dove il fuoco aveva sciolto il ghiaccio.
Finito il lavoro, la volpe drizzò orecchie e naso, sempre sull’attenti, ma il bosco era tranquillo. Quando aveva lasciato la scia di impronte nella neve, aveva scommesso sul fatto che si sarebbero divisi al torrente. Quanto avrebbero perseverato gli altri due nella loro ricerca a valle, prima di ritornare indietro?
Avrebbero senz’altro notato i segni di colluttazione sulla sponda del torrente, ma, con un po’ di lavoro, Meng Yao poteva trasformare quei segni nelle tracce dell’inseguito che usciva dal torrente. Del resto, gli Wen si aspettavano di trovare un drago, non una volpe.
❄️❄️❄️
Lan Xichen riaprì gli occhi. Sapeva di aver perso conoscenza per qualche tempo, ma non capiva per quanto a lungo.
La luce si era offuscata, complice il tramonto ormai prossimo e la neve che aveva iniziato a scendere. Sotto di lui, il terreno era duro e gelato. Lentamente, cominciò a muovere le membra intirizzite per alzarsi in piedi, puntellandosi contro la parete rocciosa che gli aveva dato rifugio fino a quel momento.
Come si mosse, venne attraversato da fitte di dolore. Le sue vesti candide erano stracciate in più punti, annerite da bruciature, lerciume e sangue, ma era ancora vivo e, soprattutto, ancora libero.
Non si era allontanato poi tanto dal luogo in cui aveva terminato la sua caduta, era strano che gli Wen non l’avessero ancora trovato. Forse, con il calare della notte, avrebbe avuto una possibilità di allontanarsi e far perdere le sue tracce…
Un fruscio dietro di lui, e Lan Xichen si voltò di scatto in quella direzione, la fedele spada Shuoyue in mano, tutti i muscoli tesi.
Quando si rese conto di chi aveva causato il rumore, però, la sua espressione si ammorbidì. Gli occhi scuri di una volpe lo sbirciavano dal sottobosco, le orecchie ritte sopra il muso fulvo. 
“Vai via, piccolo amico,” disse, con voce rauca ma gentile. “Non è posto per te.” 
La volpe sembrò capire, perché abbassò le orecchie ai lati della testa e scomparve.
L’istante dopo, dall’altra parte, provenne un improvviso tramestio di foglie, e due voci maschili spezzarono il silenzio della nevicata.
“Maledizione a questa neve, finirà col coprire tutte le tracce. Quei due faranno meglio a trovarli in fretta, sia il drago che Wen SuZhang.”
“Quel SuZhang fa sempre di testa sua.”
“Meglio che mi porti la testa del Lan, o sarà la sua a cadere.”
Lan Xichen si appiattì contro la parete. A giudicare dai rumori, i due Wen stavano venendo proprio verso di lui, forse attirati dal riparo offerto dalla roccia. 
Lan Xichen fu loro addosso prima che potessero rendersi conto della sua presenza.
La lama di Shuoyue balenò e si conficcò nel petto del primo Wen, che cadde riverso con un rantolo soffocato. Prima che Lan Xichen potesse ritrarla per affrontare il secondo, però, questo lo attaccò con furia. 
Per un soffio, Shuoyue sviò l’affondo del nemico, ma Lan Xichen subì il contraccolpo, barcollando all’indietro. Solo l’impatto con la parete di roccia alle sue spalle gli impedì di cadere ma, ora, non aveva più spazio di manovra. Fece appena in tempo a rendersene conto che si ritrovò la punta della lama del guerriero Wen a un soffio dalla gola.
“Dimmi dove hai nascosto quello che hai rubato, e ti concederò una morte rapida,” gli ringhiò quello in faccia.
Lan Xichen deglutì, fissando di rimando il nemico da sotto le ciocche di capelli che gli si erano incollati al volto. Poteva prendersi la sua vita, ma non quello che aveva portato in salvo da Gusu. 
“Non posso rubare ciò che già appartiene al mio clan.”
“Quello che ancora non avete capito,” sibilò l’altro, premendo la lama contro la gola di Lan Xichen, che avvertì distintamente il metallo graffiargli la pelle, “è che se gli Wen decidono che qualcosa è di loro proprietà, questa lo diventa.”
“Dovrai impegnarti a cercarla, allora,” rispose Xichen, gelido come la nevicata.
Il viso del guerriero Wen si contrasse in una smorfia di rabbia. L'istante dopo, i suoi occhi si dilatarono improvvisamente. 
Lan Xichen sentì il rumore soffice di una lama che affondava nella carne e l’odore del sangue che sgorgava, accompagnato da un rantolo e da un’improvvisa sensazione di bagnato sulle vesti. Solo quando il guerriero Wen si afflosciò di fronte a lui, si rese conto che non era stata la sua gola ad essere tagliata.
Al posto del suo nemico comparve un ragazzo snello, di bassa statura, avvolto in una veste color sabbia. Il nuovo venuto osservò il guerriero rantolare qualche istante ancora e poi rimanere immobile ai suoi piedi. Allora sollevò gli occhi su Lan Xichen e si produsse in un profondo inchino, le mani che ancora stringevano il pugnale sanguinante unite di fronte a sé.
“Vi chiedo umilmente perdono per avervi sporcato le vesti con il sangue del vostro nemico.”
Lan Xichen sbatté le palpebre, colto alla sprovvista. Istintivamente, allungò una mano per sfiorare il gomito del giovane e bloccarlo.  
“Come potrei fartene una colpa?” Lan Xichen lanciò un’occhiata ai suoi vestiti, ora quasi completamente scarlatti. “Se non fosse stato per te, sarei ricoperto nel mio, di sangue.”
Rialzando lo sguardo, incontrò quello del suo salvatore. Aveva due grandi occhi neri, che lo scrutavano intenti. Si rese conto di aver già visto quello sguardo, ma mentre cercava di capire dove, venne colto da un giramento di testa.
Fu l’altro, ora, ad afferrarlo per i gomiti per non fargli perdere l’equilibrio e guidarlo mentre appoggiava la schiena alla parete.
“E’ tutto a posto, devo solo recuperare le forze,” ma la sua voce risuonò debole alle sue stesse orecchie.
Il ragazzo si voltò a guardare il bosco attorno a loro, e Lan Xichen ebbe l’impressione che fiutasse il vento.
“Con tutto il rispetto, penso che dovremmo andare via da qui al più presto,” disse, tornando a rivolgersi al drago con il capo chino ma con una certa urgenza della voce. “Se vorrete seguirmi, conosco un posto sicuro; non è lontano.”
Lan Xichen annuì, rendendosi conto di stare usando Shuoyue per puntellarsi e rimanere in equilibrio. Un’improvvisa debolezza gli aveva pervaso tutto il corpo e gli rendeva difficile anche soltanto tenere gli occhi aperti.
“Dovremmo prima liberarci di questi due corpi. Sarebbe saggio bruciarli, ma il fumo e il fuoco attirerebbero l’attenzione degli Wen rimasti. Li nasconderò, se avrete la pazienza di attendermi. La neve coprirà le nostre impronte,” stava dicendo il suo salvatore, e Lan Xichen lo sentiva affaccendarsi là attorno, impegnato a rovistare nei cespugli, forse per trovare un nascondiglio consono.
Quando l’altro giovane gli passò davanti per andare a prendere uno dei due corpi, Xichen si allungò per sfiorargli una manica e richiamare la sua attenzione.
“Ascoltami, c’è… c’è una cosa…” ma le parole gli vennero meno tra le labbra. Ebbe appena la consapevolezza di un braccio che gli circondava la vita, prima di ripiombare nell’incoscienza.
❄️❄️❄️
Lan Xichen si risvegliò qualche tempo dopo, avvolto dal buio e dal tepore.
Nonostante non riuscisse a vedere nulla, ebbe la netta impressione di trovarsi in un posto molto angusto. La sensazione, però, non era spiacevole, anzi, gli dava un senso di sicurezza.
Su di sé sentiva il peso confortante delle coperte e avvertiva distintamente qualcosa di caldo premuto contro il suo fianco. Allungò una mano, con cautela - tutti i suoi sensi erano offuscati dal dolore e dalla stanchezza - fino a che le sue dita non sfiorarono una folta pelliccia. Ne seguirono il contorno tracciando un cerchio, indovinando il contorno aguzzo di un paio di orecchie abbassate.La volpe del bosco, pensò Lan Xichen nel dormiveglia. Rasserenato da quella conclusione, si riaddormentò, cullato dal buio e dal tepore.
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absentwritersblog · 11 days ago
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El clima de la ciudad de Seattle durante los meses invernales y otoñales siempre se ha caracterizado por la intensa humedad, el constante frío y esas interminables y mínimas gotas que caen sin cesar desde las nubes cargadas en tonos grisáceos, y hoy, específicamente, la mañana comenzaba sin cambios. Grace podía divisar a lo lejos desde la ventana de su cocina, el raudo movimiento de las nubes bajas y pesadas, anunciando una pronta tormenta, o en el mejor de los casos, una fría llovizna que se iría de la misma manera que comenzó. La chica suspiró mientras servía un poco de café recién preparado en su gastada taza, entrando en un cambio de ánimo a tono con la desesperanzadora escena que marcaba el cielo, sintiendo como el interminable invierno llenaba cada vez más de frío su alma, la cual no ya no daba más de pesimismo y una latente angustia que intentaba apretar su pecho y garganta en los peores momentos, dejándole un sabor de cobardía en su lengua, sabiendo que no podía gritar lo que la exasperaba, lo que su cerebro dolía y su corazón susurraba sollozando.
Con el primer sorbo del mágico elixir que revive a cualquier muerto durante las mañanas, Grace sopesó en la interminable rutina en la que su vida se había convertido, haciéndose cargo de lo ajeno, supliendo responsabilidades que no le correspondían y atendiendo a quienes probablemente no la atenderían nunca. Su vida fue marcada por las inconsecuencias de otros desde sus primeros años, siendo tan predecible el rumbo que tomaría que a nadie le sorprendía que no hubiera llegado a ningún lado, de hecho, a nadie le sorprendía su actuar ni su pensar, así que se limitaba a apretar la mandíbula y rechinar sus dientes sin dejar de fruncir su ceño, evidenciando un bruxismo crónico y arrugas de consternación en su joven rostro, gastado por los años que debió vivir el doble de rápido que el resto.
Con un suspiro, llenó otra taza de café y procuró llevarla hasta la sala de estar, donde su padre se encontraba ebrio durmiendo en el sillón, probablemente por la falta de coherencia que lo sumía al momento de volver del bar a altas horas de la madrugada, sólo alcanzando a tirar sus sucios y traposos zapatos lejos de la entrada del hogar, y dejando caer su cuerpo al primer mobiliario cercano: un raído y envejecido sillón que ya no tenía color y que denotaba el paso del tiempo sin algún cuidado, sumándose al aura que emanaba el ya gastado hogar y los integrantes de la familia Uley - García.
-Despierta Joshua, necesitas bañarte antes de ir a trabajar-.
-Me despidieron ayer, ¿Por qué crees que estaba en el bar de Frank celebrando?-.
-¿Por qué eres un alcohólico?- Preguntó retóricamente la chica, sentándose en una esquina del sillón y tirando los pies de su padre al suelo en el proceso, lo que provocó un quejido más bien parecido a un gruñido y el enderezamiento de su figura, tambaleándose levemente hacia los costados, evidenciando que aún se encontraba bajo los efectos del alcohol. -¿Por qué te despidieron?- Volvió a hablar Grace, mirando a su progenitor con curiosidad mientras terminaba de beber su tan adorado café mañanero.
-Porque descubrieron que vendía marihuana en mi horario de colación. No quisieron llamar a la policía y sólo me despidieron, al parecer, es mucho más engorroso para la empresa llamar a la policía que para mí. De cualquier manera, no entiendo cuál era el problema, ¡Sólo lo hacía en mis horas libres!-.
-Saca lo que te queda de la casa, no quiero drogas cerca de los niños. ¡Y ve a bañarte que apestas a vodka y se supone que eso no es posible!- Gritó Grace mientras caminaba nuevamente hacia la cocina, esta vez decidida a comenzar el día con una sonrisa, no para ella, sino que para sus hermanos menores. 
Sacó de la alacena los ingredientes necesarios para preparar pancakes, también conocidas como las buenas tortitas americanas, notando que solo quedaban las sobras de lo que en algún momento fue una compra alargada de comestibles, y anotó en su lista mental lo que faltaba para lograr terminar el mes sin problemas.
-¡Lucas más vale que estés listo, no pienso preparar tu desayuno!, ¡Anna, ven a comer antes de ir a la escuela!- Volvió a gritar Grace, esta vez fijando su rostro en la escalera que llevaba hacia el segundo piso de la casa, en donde, idealmente, estarían sus hermanos menores preparándose para ir a la escuela,  Anna, con sus catorce años, a octavo grado de secundaria y Lucas, con sus dieciséis años y su gran intelecto, al último grado de preparatoria.
-¿Por qué no hay desayuno para mí?- preguntó Lucas cuando llegó a la cocina, se sentó junto a Grace y le pellizcó las costillas solo para molestarla, él sabía perfectamente la razón del enojo de su hermana mayor y, si bien la comprendía, también esperaba que lo comprendieran a él.
-Si vas a secundaria hoy, por supuesto que te preparo un nutritivo desayuno hermanito. Si no, te invito cordialmente a salir a buscar por tus propios medios el dinero que comprará tu desayuno como todos los demás adultos de esta casa-.
-No entiendo por qué estás tan cerrada con la idea de que termine la secundaria asistiendo a esa escuela de mala muerte. Puedo sacar mis estudios por internet como lo hiciste tú, y aún así me quedaría tiempo para trabajar, como lo hiciste tú- Comentó Lucas robándole un pancake a Grace, untándolo en sirope y sonriendo con su tan característica sonrisa ganadora. Aunque, claramente esa sonrisa no tenía efecto en ella, quien lo fulminaba con su mirada y su infaltable ceño fruncido.
-Porque quiero que tengas las oportunidades que yo no tuve. No porque Joshua sea un borracho sin empatía significa que tú no puedas tener un futuro, y uno brillante, por cierto-.
Lucas la iba a rebatir, pero algo en la mirada de su hermana lo silenció. Si bien Grace emanaba el aura de una mujer fuerte y segura, irrompible e indestructible, hoy se veía delicadamente vulnerable, las comisuras de sus labios dejaban entrever un atisbo de tristeza. Por un momento, Lucas sopesó en la hipotética situación de seguir el rumbo y destino de su hermana, y comprendió que nunca sería feliz, no tendría manera de encontrar la tan anhelada felicidad. Guardó silencio mientras observaba a la pequeña Anna, ya no tan pequeña, sumarse al desayuno en la mesa de la cocina, sonriendo y dándole sus agradecimientos a Grace por el desayuno y notando la bolsa de su colación para la escuela ya preparada. 
-Ten cuidado Annie, ese melón ya se está notando- Comentó burlón Joshua sentándose junto a sus hijos y robando de cada plato algo para comer. No pestañó cuando Anna soltó un “vete a la mierda” y se levantó indignada, agarrando sus pertenencias para caminar hacia la escuela. Lucas, aunque seguía enojado con su hermana menor, sintió la misma necesidad de siempre de defenderla, pero se limitó a propinarle un golpe con la mano abierta a Joshua en su nuca. Terminó su café de un sorbo y siguió a la pequeña de la familia, para emprender juntos el viaje al establecimiento educativo.
-¿Era necesario?- Preguntó Grace, sospechosamente tranquila, mientras juntaba la loza sucia en el lavaplatos para hacer aseo dentro de la cocina y poder ir a trabajar.
-No lo dije como algo malo, sabes que estoy a favor de que tenga a su terroncito de azúcar, o de lo contrario, sería una asesina-.
-Si ella quiere tenerlo, lo tiene y ya. Es su cuerpo y su decisión. Además, un padre ausente, con adicciones y problemas mentales no debería tener una opinión tan tajante como la tuya, ¿No crees?- Rebatió Grace. Por supuesto que se encontraba en una encrucijada con su hermana menor embarazada, pronta a tener quince años y un futuro bebé en sus brazos, recién iniciando el largo camino de la secundaria y siendo parte de una familia completamente disfuncional. Y, aunque intentó conversar con Anna y decirle los pro y los contra de toda esta situación, más contras que pros, no hubo caso, su hermana se encontraba empecinada en tener a ese bebé. 
-He sido presente con ustedes, saca tus molestias de tu trasero de una vez por todas, ya eres mayor de edad Gracie-. 
-¿Qué hay sobre tu hijo mayor, huh? El que vive en la Reserva Quileute-.
-No es tu problema, ni siquiera es tu hermano-.
-Es mi medio hermano. Y quizás cuántos más tenga repartidos por el Estado de Washington-.
-¡Les he dado todo a ti y a tus hermanos! Ya basta Grace, no me hagas enojar, sabes que no soporto cuando empiezas con tus discursos morales, como si fueras la mejor persona del mundo y universo- Bufó Joshua.
-Lo único que nos has dado son problemas y quedarnos sin madre. Ahora, ¿Por qué no haces algo decente con tu vida, te arreglas y vas a buscar trabajo? Pronto habrá otra boca que alimentar, de tu linaje, y me faltan horas en el día para poder trabajar más-. 
Grace terminó de lavar la loza y se alejó de la cocina, subiendo la escalera y alcanzando su cuarto para prepararse e iniciar las actividades en su trabajo. Joshua no la perdió de vista, ensimismado en sus pensamientos mientras la observaba, con las palabras de su hija retumbando como un eco molesto en su cabeza. Vió cómo Grace bajaba del segundo piso y tomaba su cartera para salir a trabajar, cada movimiento con precisión y gracia, como una gacela o una bailarina de ballet profesional.
Joshua podría ser muchas cosas, pero no era idiota. Sabía que las palabras de su hija venían enfundadas de verdad. Su ex esposa, Clara García, una exuberante y arrasadora mujer latina, había sufrido una sobredosis por su culpa, y sentados todos los Uley - García en la sala de espera confiando en que el doctor llegaría pronto con noticias, llegó una enfermera a explicarles que la mujer había escapado luego de ser estabilizada, y que no podían encontrarla. Hasta el día de hoy no la habían podido encontrar, ya cansados de la eterna espera por su llegada o alguna señal que demostrara que estuviera viva, la mayoría de sus hijos la daba por muerta, pero él no, él sabía que estaba viva en algún lugar. Ellos eran Tommy y Pamela, Nancy y Sid, John y Yoko, Effy y Cook.
Ambos se habían conocido en sus early twenties, Joshua había sido padre recientemente, pero su inestabilidad marital lo llevó a esconderse en los bares de Seattle, dejando de ser bienvenido hacía mucho tiempo atrás en los bares que rodeaban La Push, su verdadero hogar y donde se encontraba la madre de su hijo, y Sam, su primogénito. Convencido de que la vida le traería fortuna y éxito, dio una vuelta por el casino de la ciudad, gastando los ahorros de su mujer y emborrachándose con desconocidos hasta llegar al punto de ser echado del lugar por mal comportamiento, y probablemente por haber vomitado sobre la mesa de black jack. Fuera del casino, tambaleándose por el alcohol consumido y otros estupefacientes, estaba siendo constantemente empujado por los transeúntes que deambulaban por las aceras, hasta que una mujer lo tomó del brazo y lo ayudó a estabilizarse.
-Hey, ¿Estás bien?-. 
-Parece que bebí de más, lo siento- Murmuró Joshua, intentando enfocar sus ojos en la silueta de una mujer que parecía más bien un ángel, pequeña y delgada pero de brazos fuertes, manos suaves y precisas que lo sujetaban de caer al abismo. Divisó en sus ojos de gata manchas verdosas, quizá color pardo, una pequeña nariz de botón, respingada y con una punta mínima y circular. ¡Qué mujer!, pensó en ese momento.
Ella lo ayudó a caminar, alejándose ambos de la multitud que entraba y salía del casino, y llegaron a la entrada de un callejón que suponía ser para dejar la basura del local. Encendió un cigarro y lo observó, curiosa. Él, por su parte, se apoyó en la pared frente a ella y también la observó, curioso. 
Notó su vestimenta, extremadamente pequeña y singular, más parecida a un bikini que a otra cosa, y una minifalda que no dejaba mucho para la imaginación. Comprendió, al fin, que su ángel era una mujer de la noche. Le pidió un cigarro y la invitó un trago, ella solo rió con la invitación y le tendió un arrugado papel que contenía un número telefónico. 
-¿Qué te parece si cuando te sientas mejor, me llamas y yo te invito un trago?- Fueron sus últimas palabras, y con eso desapareció dejando una estela de humo de cigarro por su camino. Joshua no podría haber estado más embelesado con esa criatura. Quizá era el alcohol que transitaba por su ya consumido cuerpo, quizá era la infelicidad de saber que era padre y que nunca quiso serlo, o quizá era la desdicha de un hombre que no era feliz con la mujer que se encontraba a su lado, pero, a fin de cuentas, Joshua sabía que esa mujer sería su mayor fortuna.
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perversi95 · 17 days ago
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Se mi metto a testa in giù, l’autunno sembra un autentico miracolo: pare che le foglie ingiallite, separandosi dai nodosi rami, volino verso l’alto, verso un immenso cielo marrone e verde, pronto ad accoglierle in un abbraccio caldo. Il crepitio delle stesse foglie e dei rametti secchi, somiglia al rumore di cristalli delicati, sbriciolatesi sotto la malagrazia dei miei goffi piedi. I rami spogli puntano minacciosi verso il cielo fresco, come ossute dita di vecchi, lamentosi di antichi torti subiti. Raccolgo una di queste minuscole coperte per la terra; essa ricorda una antica cartina geografica, ingiallita dal tempo, al suo interno posso leggere di dolci colline e fiumi impetuosi, di rilievi impenetrabili e confini mai varcati. Di vetuste leggende ed eroi immortali. È pomeriggio ed il vento, stamane, ha pulito l'aria in modo perfetto. Alzo lo sguardo: sopra l’orizzonte brunito le nuvole disegnano un altro orizzonte più etereo, di un lucore abbagliante e sereno. Non potendomi arrampicare sulle nuvole, trascino il mio passo sulla terra stanca, che odora di umido e di vita. Le foglie morte, dopo aver baciata un’ultima volta la madre, daranno di nuovo vita alla natura, dopo il riposo invernale, come un eterno gioco di vita e morte, indissolubilmente legati.
Che c’è dentro me? C’è rabbia, dolore, paura.
Un mostro cresciuto assieme a me. Un mostro che mi possiede, mi domina e a volte mi manca.
Siamo simbionti. Esso non esiste senza me, io non esisto senza esso. Da che ho memoria, l’ho sempre avuto accanto. Ha molteplici sembianze. Il viso di mio padre; la persona che più di tutti avrebbe dovuto proteggermi, la persona che mi ha, più di tutti, fatto del male.
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pier-carlo-universe · 19 days ago
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"Dal cielo tutti gli angeli": Una poesia di autore incerto che evoca la purezza della neve. Un componimento dal forte impatto visivo e simbolico, erroneamente attribuito a Umberto Saba. Recensione di Alessandria today
La poesia "Dal cielo tutti gli angeli" è un testo che circola online e viene spesso attribuito a Umberto Saba, ma dopo attente verifiche non risulta presente nelle sue raccolte ufficiali, tra cui il celebre Canzoniere
La poesia “Dal cielo tutti gli angeli” è un testo che circola online e viene spesso attribuito a Umberto Saba, ma dopo attente verifiche non risulta presente nelle sue raccolte ufficiali, tra cui il celebre Canzoniere. Nonostante lo stile evocativo e la semplicità del linguaggio possano ricordare la poetica di Saba, non vi sono prove definitive della sua paternità. Analisi della poesia Il…
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susieporta · 3 months ago
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Il Carro.
"La velocità che spiazza".
Conclusa la breve, ma immensamente intensa, fase di Rilascio delle frequenze di apertura di Dicembre, non ci sarà molto tempo per "gingillarsi" nei prossimi giorni.
Dopo una apparente staticità, gli eventi "precipiteranno" o "decolleranno", a seconda della loro fase identificativa con il ciclo di attivazione.
I passaggi evolutivi e trasformativi che avranno completato il loro viaggio, si congederanno con estrema rapidità e con un movimento di coda piuttosto inatteso.
D'altronde erano relazioni e situazioni, materiali e immateriali, già da diversi mesi percepite come pericolosamente "sospese ad un filo". Esse rappresentavano brandelli di personalità in procinto di scrollarsi di dosso le Arcaiche Simbologie di schema, i Vetusti Codici di disfunzione.
Non sarà facile.
Eravamo convinti che alcune "antiche parti di noi" avrebbero retto ai successivi urti e spintoni del Nuovo. Che si sarebbero "conciliate e ri-conciliate" con il prossimo passaggio vibrazionale.
Ed in effetti non tutte le nostre innumerevoli "definizioni interiori" abbandoneranno il nostro campo emozionale e materiale.
Alcuni "Pezzi vintage interiori" rimarranno integri, a simboleggiare e impreziosire la modernità del nostro nuovo assetto.
Ma non potranno più "generare". Non gli sarà più consentito manifestare o attivare "schemi antichi". Essi diverranno solo cimeli, a imperitura memoria dell'immenso e straordinario percorso di rivoluzione che abbiamo attivato nella nostra struttura fisica ed emozionale.
E, quando il processo di spoliazione antica e di "ripristino della versione originale" si sarà definitivamente completato, poco resterà indenne dalla visione ed espressione materica precedente.
Non ambiremo più con tanto ardore ai Desideri del Passato. Nemmeno a quelli di recente "istituzione".
Cadranno i veli sui "finti bisogni", sulle "aspettative indotte", sul "riconoscimento", sulle relazioni legate alla mancanza, all'opportunità, alla "teniamo in piedi lo schema lo stesso".
Cadranno le Antiche Illusioni.
E vincerà la Vita.
Quella vera. Quella autentica.
Sarà la Fine. E sarà l'Inizio.
Sarà la tanto attesa "Apocalisse di sistema".
Ne abbiamo avuto qualche anteprima nella Terra di Mezzo, nel Deserto, quando ci immergevamo disperati, confusi e smarriti nella dissoluzione dell'Ego, quando ci inchinavamo sfiniti e dispersi di fronte alla nostra millenaria identificazione con il "principio di personalità interiore", quando incantati e immersi nella visione dell'immenso e brillante cielo stellato ci riconoscevamo per la prima volta parte di un Mondo sensitivo più espanso, più puro, più essenziale.
Nelle prossime ore accadranno nuovi e inattesi Movimenti.
Ciò che sta incarnando in maniera assolutamente inequivocabile il mese di Dicembre, è la "Velocità".
Il Tempo ha compiuto nei precedenti "istanti" un ulteriore "restringimento percettivo". Dentro di noi. Ma anche fuori.
Viaggia più veloce. Con picchi repentini e cadenzati di frequenza trasformativa.
Sarà naturale assistere a "giornate lampo", con eventi a dir poco inattesi, se non completamente sconvolgenti.
Sarà decisamente bandita la "tranquillità". Non verrà contemplata nel "pacchetto Invernale".
Si continuerà a lavorare alacremente per affrontare l'ingresso al secondo Varco.
Ci attenderanno giorni importanti, impegnativi, straordinari.
Preparatevi.
E restate aperti e fiduciosi.
Alle "Chiusure" siamo fin troppo abituati ormai. Ma alle "aperture"... non tanto... siamo ancora emotivamente "neofiti" rispetto a questo inedito "piano esistenziale".
Non resterà nella Materia nulla di ciò che non è "destinato energeticamente a restare". Ciò che non "si regge più in piedi", ci lascerà. Con fragore. Con sollievo. Con amore.
Restate desti e concentrati.
E pronti, immensamente pronti...
Mirtilla Esmeralda
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gregor-samsung · 1 year ago
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“ Mitek mi stava osservando con attenzione. Incrociando il mio sguardo, mi fece l'occhiolino e con voce un po' impastata domandò: «Che dici, ci andiamo sulla Luna?». Io feci segno di sì e, mentre abbassavo la testa per annuire, gli occhi mi rimasero incollati su un trafiletto che s'intitolava NOTIZIE DALL'ORBITA. La parte inferiore del testo era strappata e quello che rimaneva della colonna erano solo le parole: «Ventotto giorni...» scritte in grassetto. Ma bastava anche quello. Capii tutto al volo e chiusi gli occhi. Sì, era proprio così: quelle tane in cui passavamo tutta la vita in effetti erano buie e sporche e forse noi stessi eravamo l'esatto corrispettivo di quelle tane. Ma nel cielo blu sopra le nostre teste, in mezzo alle stelle rade e fioche, esistevano dei piccoli punti speciali, brillanti, artificiali, che scivolavano lenti fra le costellazioni e che erano stati creati qui, in terra sovietica, in mezzo al vomito, alle bottiglie vuote e al fumo puzzolente di tabacco, che erano fatti d'acciaio, di semiconduttori e di energia elettrica e che in quel momento volavano nel cosmo. E ognuno di noi, perfino quell'ubriacone cianotico che poco prima avevamo visto per strada, accovacciato come un rospo in mezzo a un cumulo di neve, perfino il fratello di Mitek, e certo anche Mitek e io, ognuno di noi aveva lassù, nel blu freddo e pulito, la sua piccola ambasciata. Corsi fuori, in cortile, e piangendo a dirotto me ne restai a fissare il limpido cielo invernale e il globo giallo-azzurro della Luna, incredibilmente vicino. “
Viktor Pelevin, Omon Ra, traduzione dal russo di Katia Renna e Tatiana Olear, Mondadori (Collana Strade blu), 1999. [Libro elettronico]
[Edizione originale russa: Омон Ра, casa editrice Издательство Текст, Mosca, 1992]
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rinconliterario · 1 year ago
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“Aullido” Allen Ginsberg
I
Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna, que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz, que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados, que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra, que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera, que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro, que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York, que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche, con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin, incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo, realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente, que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico, que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno, que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn, un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna, parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento, que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark, que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos, que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche, que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas, que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios, que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural, que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal, que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África, que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago, que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos, que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo, que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba, que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos, que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación, que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos, que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo, que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño, que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir, que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada, que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano, que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia, que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago, que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal, que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo, que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio, que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido, que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery, que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,
que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos, que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología, que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes, que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal, que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo, que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en  sus cabezas cada día por toda la década siguiente, que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron, que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta, que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa  y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis, que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor, que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham, que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad, que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes, que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo, que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz, que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba, que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso, que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante, y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia, que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia, volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este, los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna, con la madre finalmente  y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio, que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin, el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte, y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.
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perpassareiltempo · 1 year ago
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“Davvero ti va di fare l'amore? ” “Certo.”
C’era qualcosa di erotico in quel cupo cielo invernale, con quella fitta coltre di nuvole, il grigio, il vento freddo. Tutto sembrava fatto apposta per spingere a cercare la pelle dell’altro.  In quel colore grigio sconfinato, veniva voglia di chiudersi a lungo in una stanza. E in quella stanza, abbandonarsi a un piacere senza limiti, come se fosse l’unico posto al mondo dove poterlo fare.
Banana Yoshimoto - Ricordi di un vicolo cieco
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ambrenoir · 11 months ago
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Soffriamo, quando perdiamo una persona che amiamo, perché crediamo davvero di averla persa.
In realtà abbiamo perso solo il suo involucro.
Quella persona è diventata altro, e la nostra vita dopo la sua morte può diventare un’avventurosa caccia al tesoro:
dove si cela, ora?
Dentro un soffio di vento invernale?
In una foglia che cade d’autunno?
Oppure in una nuvola nel cielo di primavera?
O in un tramonto sul mare di fine estate?
La persona non è scomparsa.
Siamo noi a non vederla più.
Non è la verità a doversi rivelare.
Siamo noi a doverla cercare con occhi diversi, più consapevoli.
Con un ascolto che non riguarda le orecchie, ma il cuore.
Con una mente vuota di domande senza risposta, dubbi esistenziali e scetticismo.
La mente di bambino sa qual è la verità pur senza saperla spiegare.
Un fiocco di neve diventa acqua.
Poi diventa vapore acqueo.
Quindi nuvola.
Da nuvola diventa una goccia di pioggia.
E cadendo in un fiume diventa fiume.
Da fiume diventa mare.
E poi oceano.
Questa è la vita.
♥️☀️🌹💙🌸🫂🩷✨💋💏🍀
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white-queen-lacus · 1 year ago
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I'm on my way to sharing the epilogue of my YuuMori ff on EFP, yet I can't help but share this Adlock scene because I'm very satisfied with the result! ❤️ I'll put it under spoilers, mostly because it's quite long!
Nel percorrere il salone, Sherlock vide la combriccola impegnata a seguire le spiegazioni di Herder nel mostrare le sue invenzioni. Qualcuno mancava all’appello, ma chi gli interessava non era presente. Nel notare l’assenza del cappotto bianco, soffrì al pensiero di dover lasciare il tepore per affrontare il gelo, ma indossò ugualmente il suo soprabito nero, per poi uscire da una porta laterale. Nel varcare la soglia, si voltò non appena vide Bond, schiena appoggiata al muro e mani in tasca, intenta a osservare il gioco di luci che attraversava il cortile in lontananza. Nell’accorgersi di lui, sgranò gli occhi azzurri. “Sherly?!” esclamò, raddrizzandosi.
“Hai intenzione di rimanere qui a congelare?” chiese, stringendosi nel cappotto.
Bond lo guardò perplessa, poi sorrise con aria maliziosa. “Devo ricordarti la volta che ti sei spogliato per darmi i tuoi vestiti rimanendo in mutande o quella in cui ti sei tuffato nel Tamigi con Will?”
Sherlock non sapeva se essere impressionato o sentirsi a disagio, quindi si appoggiò con la schiena al muro accanto allo stipite opposto della porta. Il fiato gli uscì in uno sbuffo visibile e si limitò a osservare a sua volta i giochi di luce. Pochi istanti e capì cosa ci trovasse. Non aveva mai visto delle luci correre insieme, poi a scatti, poi inseguirsi in percorsi lunghi e tortuosi. Era magnetico. “Herder ne sa una più del diavolo, eh?”
Bond inclinò appena la testa. Sorprenderla nei modi più disparati era da lui, ma raramente l’aveva visto temporeggiare per qualcosa. “Già…” disse tuttavia, tornando a guardare le luci. “Dubito che ci sia qualcuno di più geniale di lui.” aggiunse, con l’intento di punzecchiarlo facendo leva sulla sua proverbiale megalomania. 
Sherlock, invece, non vi dette corda, alzando gli occhi al cielo. Aveva la stessa postura e la stessa espressione di quando, presentandosi a lui in abiti femminili al posto di Moneypenny, durante la missione al Kensington, l’aveva scorto appoggiato al muro, in attesa. Soprabito invernale e sigaretta mancante a parte, ma l’odore del tabacco era sempre lì. Bond gli rivolse uno sguardo nostalgico. Gli aveva detto, in quell’occasione, che la magia di Cenerentola sarebbe durata soltanto per quella notte e così era stato. Dopo aver risolto il caso, Sherlock era andato via e lei aveva fatto ritorno a casa sorbendosi le frecciatine di un redento Moran e i complimenti del maestro Jack. Dopodiché, aveva riposto l’abito azzurro e la parrucca che riproduceva fedelmente i suoi lunghi capelli biondi nell’armadio. Se la parrucca le era tornata utile per ingannare il visconte Simmons, l’abito era rimasto lì, intoccato. 
“Sherly… è tutto a posto?” chiese, con un tono ora sinceramente preoccupato. “C’è qualcosa che devi dirmi, vero? Che ti ha detto tuo fratello?”
Sherlock realizzò di non aver con sé le sigarette. Sempre un passo davanti. Non era mai facile, quando si trattava di Bond. Di Irene. Ogni volta che pensava di raggiungerla, lei sfuggiva. Era stato più semplice, durante la mascherata. Ma quando le maschere cadevano, lui era soltanto un uomo che non aveva idea di come gestire quel sentimento che era nato come semplice incomprensione, poi ammirazione, poi… non sapeva più nemmeno lui stesso come definirlo in un modo che significasse, per lui, dover ammettere qualcosa che aveva sempre rifuggito. Sapeva anche che rivedere quella che John aveva definito la Donna era qualcosa che non avrebbe mai ritenuto possibile e che non era in grado di capire perché ogni qualvolta si avvicinassero, lei finisse con l’allontanarsi. Proprio come le luci del percorso. Correvano insieme, si bloccavano, si inseguivano. Eppure, in un angolo remoto della sua mente, non riusciva a non pensare a quanto fosse orgoglioso del fatto che, in quei tre anni, fosse diventata la punta di diamante del MI6 al punto tale da suscitare la curiosità della stessa Sua Maestà. Più in basso però, nel suo cuore, avvertiva qualcosa di profondamente diverso e sconvolgente. 
“Sherly, dannazione! Ti sei incantato o cosa?”
Battendo le palpebre, si decise a prendere un enorme respiro, poi voltò appena il viso verso Bond. Non aveva idea di che espressione avesse, ma ne vide le guance farsi rosse.
“Sei felice?” domandò, al posto di rispondere. 
“Che… domanda è?” chiese di rimando, incerta. 
“La vita che hai ora… ti rende felice?” 
Il sopracciglio sinistro tremolò e Sherlock affilò lo sguardo. “Beh… non posso dire che non lo sia… insomma, guarda… sono James Bond. L’agente con licenza di uccidere.”
Lui annuì, ripensando alle sue lacrime, la notte in cui si erano congedati. Se non avesse scommesso sul Lord del Crimine, Irene sarebbe morta per mano di Mycroft. E facendolo, Irene era morta ugualmente, dando vita a James Bond. Si chiese se quella fosse davvero la sola strada percorribile, se alla fine, Irene Adler non poteva esistere più. La donna che mai avrebbe potuto dimenticare. La sola che aveva totale controllo sulla sua razionalità tanto da spingerlo persino a mandare in fumo il suo stesso appartamento e a mostrarsi proprio a lei per prima, dopo esser tornato. Non ultimo, quel tarlo che gli arrovellava il cervello al pensiero di lei stretta al suo braccio, della sua espressione inintelligibile… della voglia totalmente irrazionale di stringerla a sé e di prenderne le labbra carnose in un bacio. E poi, quel gesto che aveva fatto quando, prima di scappare dalla residenza Simmons, aveva posato la mano sul ventre fasullo con aria pensierosa… e, durante la cena, il modo in cui i suoi occhi si erano spalancati per un istante mentre Moneypenny annunciava il lieto evento, per poi addolcirsi.
Bond sospirò, notando che Sherlock era completamente chiuso in chissà quali pensieri. A quanto pareva, era di malumore e non aveva intenzione di aprirsi. D’altronde, il fatto che avesse più volte invocato di tornare in America le sembrava già abbastanza penoso. Aveva persino pensato di indossare un abito da donna, quella sera… blu, perché il blu le donava, come lui le aveva detto una volta. Ma negli ultimi tempi, Sherlock sembrava aver deciso di metter da parte qualunque sentimento provasse per lei in favore della risoluzione dei casi che si erano presentati nuovamente alla porta del 221B. Eppure, in quel momento le aveva chiesto se fosse felice. La verità era che era tornata ad esserlo, dopo che lui aveva fatto ritorno. La sola idea le era bastata persino ad esser pronta a mandare al diavolo l’identità che aveva assunto pur di trascorrere del tempo insieme. E non era abbastanza. Distolse lo sguardo, rincantucciandosi nel cappotto. “Io rientro. Effettivamente, c’è troppo freddo.” disse, facendo per rincasare. 
“Irene. Irene Adler.”
Nel sentire il suo nome pronunciato con tono serio e fermo, si bloccò.
“James, Sherlock.” lo corresse, tagliente.
“Per me sei sempre Irene, lo sai.”
Gli occhi azzurri di Bond si fecero lucidi e il suo cuore mancò un battito. “E questo dovrebbe bastarmi, ora?”
“Sei troppo intelligente per chiedermi qualcosa di cui sai già la risposta.”
Bond sbottò, voltandosi di scatto e afferrando Sherlock per la collottola. “Ma voglio sentirlo ugualmente. Da te. Che tu mi dica… una volta per tutte… che cosa provi davvero… Sherlock…” disse e nel mentre, la sua risoluzione si fece sempre più debole, così come la sua presa, nel perdersi negli occhi blu notte dell’uomo che la guardavano come mai. Sherlock tolse le mani dalla tasca, sollevandole fino a posarle sulle sue. Per fermarla. Perché non prendesse freddo. Perché anche soltanto il poterla toccare era la prova che entrambi erano vivi.
“Sei tra gli agenti del MI6 che potranno spostarsi in missione all’estero.” disse e Bond lo guardò con gli occhi sbarrati, incredula. “Cosa?!”
Sherlock strinse la presa. “Se le circostanze lo dovessero richiedere… vorresti farmi da partner?”
“Eh?”
“Sì, insomma… in coppia… come coppia… cioè… aaaaaaah! Maledizione!!” incespicò nelle sue stesse parole, imbarazzato.
“Mi stai chiedendo di… aspetta… non capisco… perché non riesci semplicemente a dire le cose come stanno?!” protestò Bond che, diversamente da lui, capiva fin troppo bene, dal suo modo di fare, che intendeva altro ma, ogni volta, era capace di farla diventare matta. 
“Perché non è facile, Irene! Non è facile…” disse, infine, tornando a guardarla. Nella loro vicinanza, nonostante i capelli corti e l’assenza di trucco, Irene era lì e lo guardava a sua volta, bella, indomita e brutalmente capace di farlo capitolare su una graticola. 
“Quando mai qualcosa per te è stata facile? Tu ami i misteri… le cose complicate…”
Sherlock sospirò, vinto. Persino risolvere il mistero del Lord del Crimine si era infine rivelato meno difficile che capire il cuore e le azioni di quella donna. “E tu sei il mistero più complicato di tutti…” 
Irene sgranò gli occhi, col cuore che aveva preso a batterle forte. Ciononostante, si morse le labbra per non dargliela vinta. “Dillo ancora…” sussurrò, con voce tremante.
Nel sentirla, riconobbe in quel tono lo stesso con cui gli aveva detto addio una volta. Si era voltato altrove, perché non vedesse che in quell’istante, anche lui era commosso. E le aveva detto che si sarebbero rincontrati, se lei fosse stata viva. Lo era. Lo sentiva dai battiti che palpitavano con più forza nei polsi di Irene. E da quel viso che aveva contemplato in foto, poi ogni qualvolta fossero insieme. “Anche se pensi che non sia così… io ti vedo, Irene. E voglio te al mio fianco.” sussurrò, addolcendo la presa intorno alle sue mani, per poi voltare la situazione in suo controllo, provocandole un sobbalzo a quel gesto inaspettato, portandola con le spalle al muro e, come le luci che tornavano a giocare insieme, abbandonarsi a un bacio a lungo agognato da entrambi.
Nessuno di loro due, tuttavia, aveva notato che in alto su quella porta, come sulle altre, pendeva leggermente del vischio, mentre la mezzanotte scoccava, annunciando a tutti il Natale.
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greenbor · 1 year ago
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Tumblr media
Poesia di https://www.tumblr.com/maripersempre-21
Ascoltami...
in qualunque posto
tu sia,
io sarò con te...
quando al mattino
ti svegli già stanco,
quando ti guardi allo specchio
e non ti piaci,
è in quel momento
che io ti amo ancora di più,
nelle inevitabili
giornate tristi,
quando avrai perduto
ogni speranza,
con dolcezza
ti starò vicino...
nei giorni che passano
senza sosta,
nel sole che squarcia il cielo
in una gelida
giornata invernale...
in ogni istante
del giorno e della notte...
non ti lascio solo mai,
perché sono dentro di te
respiro con te,
vivo con te,
il mio cuore batte
nel tuo petto,
la stessa vita mia
ti appartiene...
io così,
non ho amato mai...
...amore mio dolcissimo...
M.C.@
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